Nuestros Inicios

Los primeros misioneros de la convención bautista del sur llegaron al Perú a mediados del siglo veinte. David y Mariana Oates dieron principio a la obra. Después de ellos llegaron Robert y Mary Lillian Harris. Otros no fueron nombrados hasta unos cinco años mas tarde y a ellos todavía les faltaba el año de estudios en la escuela de idiomas en Costa Rica antes de viajar al Perú. Dentro del año llegaron tres parejas (Randal y Dorothy Sledge, Roy y Martha Chamlee, y Bryan y Vicky Brasington).

Los Oates y los Harris fueron conmovidos por las almas sin Cristo en la gran ciudad de Lima con su larga y orgullosa historia y su cultura de renombre mundial. Como es de suponer, también sintieron un gran anhelo de alcanzar a todo el pueblo Peruano. A este fin, hicieron viajes a Trujillo y Arequipa para averiguar la posibilidad de abrir obras allí. Ya que la Junta de misiones había nombrado a las tres parejas más para el Perú (y seguían llegando otros), Oates y Harris podían tomar decisiones en cuanto a la extensión de la obra.

En sus viajes exploratorios a Trujillo, o quizás antes, el hermano Oates llegó a conocer a un misionero de la misma fe bautista que había venido al Perú por cuenta propia, sostenido en la obra por cristianos particulares en los Estados Unidos y no por alguna organización misionera. El hermano, Oliver Bell, su señora y la pequeña hijita se radicaron en la costa del norte del país, trabajando en varias partes de esta zona. Su dedicación al Señor fue bendecida y muchos conocieron al Señor por medio de sus esfuerzos. Entre ellos un grupo que se había trasladado a Trujillo. La familia de Elizondo García contaba con líderes en este grupo. Esta familia tenía varios hijos (Félix, Daniel, Lucila, Hebert, Pedro, Georgina y Nicolás), de los cuales el Señor llamó a algunos a dedicarse y prepararse para el ministerio. Hoy en día se encuentran fieles en la viña del Señor.

Durante los días que el hermano Oates estaba buscando medios de abrir la obra en Trujillo, el hermano Bell tuvo que abandonar su ministerio por razones de salud e irse del país. El Señor contestó sus oraciones, pues, ¿Qué mejor que vincular a los hermanos en Trujillo con una obra bautista con base firme? Así que encargó la iglesia al hermano Oates. También en estos días se presento la oportunidad de conseguir licencia para una librería bautista en Trujillo. Con muchos viajes al norte, Oates logró establecer lo que llegó a ser conocido como la librería «La Antorcha», desde el cual la Luz del Mundo podría ser visto por los del departamento de la Libertad. Consiguió el local para la librería con suficiente lugar a un lado para la iglesia. Fue ubicado en la plazuela Pinillos, frente a la piscina Gildemeister.

Así que todo estaba listo cuando los misioneros llegaron el primero de diciembre de 1956.

Unos meses después de la llegada de los Sledge, vinieron los Chamlee, y algunas semanas más tarde los Brasington. Los Harris estaban de licencia en los Estados Unidos por la enfermedad crítica de su hijo, de todos modos, había llegado el tiempo propicio para salir a otras partes del país, y los misioneros juntos buscaron la voluntad del Señor. Resultó indicado que los Sledge se quedaran en Lima, los Chamlee sirviesen en Trujillo, y los Brasington en Arequipa.

El hermano Chamlee encontró casa para su familia en la urbanización California, pues en aquellos días no había mucha construcción de casas, y eran difíciles de encontrar, según se entiende por razones políticas, es decir, por ser Trujillo la cuna del movimiento Aprista (desfavorecido en aquel tiempo). De todos modos la familia Chamlee encontró un hogar en la bella ciudad de la primavera, placentera en todo sentido. Los tres hijos, Roy hijo de 6 años de edad, Joe (José) de 4 años y Cynthia (Cindy) de 7 meses, también se encontraron contentos con su nuevo hogar. Ya estaban construyendo casas y caminos en la urbanización y los dos hijos varones se fascinaron con el trabajo. José llegó a ser llamado por los obreros, porque siempre estaba al tanto de los procedimientos del día.

Los misioneros fueron bien recibidos por los hermanos de la iglesia. Su primer domingo con el grupo, alguien había invitado a un hermano presbiteriano, distribuidor de Biblias, a predicar. Así que el primer domingo en Trujillo los Chamlee conocieron a Daniel Cabrera, quien llegará en tiempo más adelante a ser un colaborador muy querido en la obra bautista en el norte del Perú. Siguiendo principios bautistas, la congregación en sesión de negocios llamó al hermano Roy como su pastor.

Como de costumbre, la Junta de Misiones Extranjeras proveía un maestro de español del país para ayudar a los misioneros a coger los modismos y maneras de hablar locales. Un periodista, Eduardo Quiroz, tuvo esta carga con los Chamlee. Simpatizaba con el evangelio aunque no compartía la fe, y les ayudó en muchas maneras, tal como lograr poner avisos de la librería en el diario La Industria y conseguir un tiempo apropiado en una emisora de radio. Iniciaron el programa de radio cinco minutos al día, escogiendo los cinco minutos antes del noticiario del día con la esperanza de que la gente escuche un mensaje tan corto sin cambiar el radio a otra emisora.

En estos días llegó el Joven hermano Hebert García a Trujillo procedente del Seminario Internacional Bautista en Argentina. Él y otros tres jóvenes estudiaron juntos en el Seminario, incluyendo a Julio Villar, Fernando Cárdenas y Jacob Padilla. El hermano Herbert prestó ayuda a la obra en Trujillo en estos días con buena voluntad, llevando a cabo una campaña evangelística. Pasaron las vacaciones y los cuatro seminaristas regresaron a sus estudios en Argentina.

Con el paso del tiempo era posible alquilar un local mas céntrico para la librería en la calle Bolívar junto al Teatro Municipal. Así llego a tener mas clientela y mas testimonio para el pueblo Trujillano. También en este tiempo la iglesia dejó el local en la plazuela Pinillos y pasó a un local más cerca de los hogares de la mayoría de los hermanos.

Después de esto, regresaron los misioneros Bell de nuevo al Perú, aunque no habían pensado volver. Con este acontecimiento les pareció natural y ético a los Chamlee invitar al hermano Bell para tomar la dirección de la congregación suya en Trujillo otra vez. Así que el hermano Roy renunció como pastor para principiar una nueva obra. Era una decisión difícil, pero les parecía debido. Más o menos en este tiempo la congregación de Bell pasó su templo al barrio del Porvenir.

Ahora los Chamlee no tenían más que la librería, el programa de radio y los avisos en el periódico. Lo que necesitaban era un local para predicar y una congregación principal para extender la obra, ya que sus propósitos eran bien conocidos en la ciudad, su mayor problema llegó ser el encontrar local disponible. Parecía que todas las puertas estaban cerradas al evangelio. Era difícil no poder ir al templo los domingos. (Asistir a otro iglesia no convenía por no dar la idea que estaban allí en búsqueda de prosélitos). Por eso, la hermana Martha inició unas clases de Biblia en casa para sus hijos y algunos otros niños del vecindario. Aun eso era difícil porque lar reuniones religiosas eran prohibidas en el contrato de arriendo. Sin embargo , logró obtener permiso del dueño para dar clases solamente de niños, y de esta manera tenía por lo menos algo para ellos. Con el tiempo llegaron a participar algunos niños peruanos y otros de varios países que se encontraron allí en ese tiempo.

Al testificar a personas con quienes se encontraron, le respondían: «Si, me interesa su mensaje. Cuando tengan su templo por favor, me avisan». Cuando por fin había templo, ninguno de ellos se acercó. Sin otro remedio, el hermano Roy ofreció estudios bíblicos en la librería en las noches, cuando no estaba abierta para ventas. A veces llegaban dos o tres, a veces nadie. A veces había una familia que aceptaba a Cristo como su Salvador, y seguía fiel a los estudios. Pero con el transcurso del tiempo, fueron trasladados a otra ciudad. Seguían los misioneros con otros programas especiales. Chamlee estaba tomando clases de la historia del Perú en la Universidad de Trujillo, y consiguió que el doctor Randal Sledge dictara algunas conferencias de la Biblia allí.

El hermano Chamlee procuró avanzar el evangelio de distintas maneras. Ponía muchos avisos en el periódico y le fue permitido usar mensajes y textos bíblicos. El hermano Roy ofreció concursos públicos con premios como, por ejemplo, para la persona que pudiera identificar los pasajes bíblicos que hablan del purgatorio. En otro esfuerzo ofreció la entrada gratis para ver la película de la vida del gran reformador de la iglesia hasta que fue prohibido por el alcalde en todos los lugares anunciados. Por fin, supo que no podían prohibirlo en su casa (la casa de la misión en la calle Los Laureles, Urbanización California), y anunció presentarlo allí en tal y tal hora. Llegó la hora, y desde el techo de la casa se veía una larga fila de gente acercándose de a pie y por auto. Chamlee había traído consigo una gran pantalla (para ser usada al aire libre), que ahora estaba situado en el jardín de la casa, con el proyector en el techo. Por lo largo de los años que pasó en el Perú, presentó aquella película muchísimas veces más en la iglesia ya construida. Siempre había interés y muchos lo vieron repetidas veces. Un conocido sacerdote católico llamó por teléfono pidiendo una presentación privada para él solo. Cuando entraba a la casa para ver la película, dijo: «Vengo como Nicodemo, de noche»

Alrededor del año 1958, el hermano Rey, buscando la voluntad del Señor, anunció al público Trujillano un programa de estudios de la Biblia entera que iba a recorrer varias semanas, y tendría lugar en la librería «La Antorcha». Éste estudio creó interés y llegaron entre 10 a 15 personas, algunos jóvenes, algunos mayores. El hermano Daniel Cabrera ya estaba llegando más y más para los programas bautistas y estaba llegando a convencerse que la Iglesia Bautista es la que más se parecía a la iglesia primitiva del Nuevo Testamento.

Más tarde, los Chamlee se enteraron de lo que paso en un hogar Trujillano al ser anunciado los estudios de la Biblia. El doctor Melquiades Horna Marín, abogado, originario del departamento de Cajamarca, llegó a casa algo apurado una tarde y dijo a su señora que dejara de preparar la comida, porque según el periódico, iban a dar clases de la Biblia en la librería «La Antorcha» a las 7:00pm esa misma noche y era menester que ellos asistieran. El doctor Horna estaba agitado con entusiasmo porque por muchos años había anhelado entender ese libro que se decía era la Palabra de Dios. Su señora le había traído una Biblia cuando salió de viaje en una ocasión. (Dice ella, con una sonrisa, que estaba muy contenta porque lo encontró abandonada en el ómnibus, y fue un regalo que no le costaba nada). El doctor estaba muy feliz con su Biblia, y como es natural se lanzó a leerla desde el principio, es decir, comenzando con el libro de Génesis. Importunaba a su esposa a que se sentara cada noche para escuchar mientras el leía. Les parecía interesante, pero no seguían muy adelante pues sintieron la necesidad de alguien preparado que pudiera ayudarles a entender un libro tan largo y de tanta importancia. Al fin lo dejaron por un lado. Luego la familia se trasladó a Trujillo, cuando de repente el doctor encontró le que anhelaba, alguien que pueda instruirle en la Palabra de Dios. Así que la primera noche del estudio llegaron los esposos Horna con dos de sus hijos. Si la memoria no me falla, no faltaron a ninguno de los estudios desde aquel día, mas bien estaban cada vez mas interesados.

Para concluir los estudios bíblicos, el hermano Roy tenía ya planeada una campaña evangelística a cargo del hermano pastor Sebastián Barrios de Medellín, Colombia. Tenían que usar la librería como auditorio porque no había otro. Cabían 30 o más sillas en el local, tenían un armario portátil y aunque no tenían pianista, la hermana Martha hizo lo posible para acompañar los cantos. El hermano Cabrera estaba allí ayudando y la primera noche se llenó el local con los que asistieron a los estudios y muchos otros que el Señor trajo.

Parada atrás durante la prédica, el hermano Roy se desanimó, porque el evangelista no predicaba nada suave. Hablaba bien claro que sus oyentes eran pecadores perdidos, sin Cristo, y sin esperanza. El sermón era fuerte. Le parecía a Chamlee que ésta no era la manera indicada para interesar el grupo para que regresara, que quizás más énfasis en Cristo y su amor para con los hombres y su sacrificio en el Calvario serían mas apropiados para la primera noche. Se quedó con la cabeza inclinada, orando. Pero el mismo Señor de amor había dirigido las palabras del mensajero ese noche, pues tocaron las almas necesitadas. Luego, las palabras invitando a la gente a recibir a Cristo como Salvador no habían salido de la boca del hermano Barrios, cuando de pronto se escuchaba mucho movimiento de sillas y los pasos de los que iban adelante para entregarse a Cristo.

El corazón del hermano Chamlee se llenó de gratitud al ver lo acontecido, su presentimiento de fracaso se volvió en gozo. En eso se acercó el hermano Cabrera y le preguntó: ¿Sabe usted quién acaba de entregarse a Cristo? Chamlee le contestó: Entre todos, los hermanos del estudio, incluyendo a los Horna con sus hijos. – Si – contestó el hermano Cabrera – pero, ¿no sabe usted quién es el Doctor Horna? es abogado muy respetado en Cajamarca y también aquí en Trujillo. Es un gran hombre! (Existía un respeto mutuo entre estos dos, ya hermanos en Cristo, por el resto de sus vidas, que era muy lindo. Según entendemos los dos eran de la región de Celendín, cerca de Cajamarca y habían pasado mucho tiempo en Cajamarca y el vecindario)

De la cosecha de esa noche tuvo principio la Iglesia Bautista Central de Trujillo. Aún sin tener en mano la lista de los que formaron la iglesia en su comienzo (eran 19 personas), uno se acuerda de las caras de esos apreciados hermanos. El hermano Barrios, quien fue usado en el nacimiento de la iglesia estaba presente en las reuniones de planificación. Buscando un nombre adecuado para la iglesia, el sugirió el nombre de la iglesia que el pastoreaba en Medellín: «La Iglesia Bautista Central». Les parecía bueno a todos porque esperaban que sea una iglesia central de la cual nacieran otras iglesias más por todas partes de la ciudad y de la zona del norte del país.

Después de la conferencia evangelística, el hermano Cabrera visitó al hermano Chamlee para preguntarle más a fondo las creencias de los bautistas y para ver si el podría formar parte de la obra Bautista en Trujillo. Fue recibido con gozo y bautizado por inmersión con los demás hermanos que se juntaron para formar la Iglesia Central en Julio de 1959. El bautismo tuvo lugar en el jardín de la casa misionera en California. La Junta de Misiones ya había comprado el terreno y construido la primera etapa de la Iglesia Central, pero todavía le faltaba un bautisterio. Sin embargo, el hermano Oates, con una fe firme en Dios, había mandado hacer un gran tanque de fierro para así tener listo un bautisterio para aquel día cuando haya necesidad, y estuvo listo al llegar los misioneros.

El hermano Daniel Cabrera, aquel dotado del Señor con el don de evangelizar, fue una gran bendición al pastor y a todos los hermanos de la Central. Y no solamente a los de Trujillo, sino que el Señor lo usó para abrir muchos anexos más por medio de los que el había traído a los pies del Señor anteriormente. La obra en Bagua Chica tuvo principio cuando el hermano Salomón Cruzado escribió a Cabrera pidiéndole que buscara literatura para ayudar en los estudios bíblicos de el y otros hermanos {también ganados por el hermano Cabrera en su obra de distribuidor de Biblias). De la librería «La Antorcha» les fueron enviando revistas, uno para maestros y otro para alumnos. Cuán grato era recibir su pedido para el siguiente trimestre. Ya no querían revistas de alumnos, sino todos de maestros, tal era el ánimo de aquellos hermanos de estudiar al fondo las escrituras, ¡Aleluya! ¡La Palabra de Dios es poderosa y eficaz!

Les tocaba a los Chamlee salir de licencia por un año poco después de formalizar los planes de la Iglesia Central y el bautizo de los primeros miembros. Les dio mucha pena salir en tiempo tan crítico para la joven iglesia y sin otro misionero o pastor peruano que pudiera cuidar al rebaño de tiempo completo, pero el Señor es grande y conservó a los hermanos firmes en Él. Los hermanos misioneros Bryan Brasington y Jack Ratiliff, los dos ya ubicados en Lima, pasaron mucho tiempo vigilando la obra en Trujillo como pastores interinos y al regresar los Chamlee se regocijaron al encontrarlo en buenas condiciones.

En la época antes que la Iglesia Central tuvo sus principios, también se presentó otra oportunidad de predicar a Cristo en el barrio de Trujillo llamado La Esperanza. Pasó que dos hermanos carpinteros, los Cedanos (no cristianos en aquellos días), estaban haciendo un trabajo en la casa que construyó la misión. Fueron invitados por los Chamlee a los estudios bíblicos. Lamentaban que les fuese difícil llevar a toda la familia por ómnibus al centro de noche. Sin embargo, uno de ellos, Pablo, ofreció su casa para estudios si los misioneros pudieran dar otra clase allí. Con alegría acordaron iniciar los estudios. Gracias a Dios la obra todavía existe en la Esperanza, y no sola ella, sino otras más que el Señor ha añadido. Después de la campaña evangelística en la librería, el hermano pastor Barrios, predicó también en la casa de los Cedano en la Esperanza, otra vez con mucho éxito. Con el tiempo los padres de Pablo, Perpetuo y otros de la familia recibieron a Cristo como el Señor de sus vidas.

Una hermana de ellos, Lucía, luego proporcionó su terreno en La Esperanza para la edificación del templo, al lo cual todos prestaron sus bienes y su tiempo. Allí se reunieron los hermanos con fe, dispuestos a trabajar. Años más tarde, reedificaron el templo con materiales nobles, quedándose muy lindo.

El Señor añadió otros anexos mas: uno en San Pedro de Lloc, otros en San Bernadino y Llallán en la sierra y al otro lado de la sierra, el de Bagua Chica, que tenía sus propios anexos. El hermano Bell, ya de edad salió otra vez del país, y los hermanos gestionaron para regresar otra vez con la Convención Bautista. A Dios, gracias!’

El primer presidente de la Convención Bautista del Perú fue el apreciado hermano Melquiades Horna Marín. Era maestro singular de los adultos en la escuela dominical de la Iglesia Central. Con Daniel Cabrera eran los primeros diáconos de la Iglesia Central. Los dos eran gigantes en la fe cuyos ejemplos sería bueno imitar.

Faltan palabras para escribir sobre todos los hermanos conocidos en aquellas días felices. Son llevados en el corazón del que fue su pastor terrenal por un tiempo, y en los seguros y eternos brazos de su pastor celestial. Fue motivo de gran gozo para los Chamlee volver después de 23 años y ver la manera en que el Señor ha levantado la obra. Imagínense el Seminario ya en Trujillo, alrededor de 14 iglesias y anexos con pastores Peruanos llevando a cabo una obra victoriosa, una congregación de alrededor de 500 en la Iglesia Central, un campamento no muy distante, algunos jóvenes de los primeros días en la obra del Señor: Leonel Arroyo, Rosa Quiroz de Moreno, Víctor y Fernando Ponce, y muchos más que han seguido sus pisadas en los años después, y una obra creciente de misiones nacionales.

Los hermanos Chamlee dan gracias a Dios por los años que tuvieron el privilegio de pasar en Trujillo y por los que les han seguido en la obra, pues el Señor ha puesto allí pastores dignos y preparados que han edificado la obra, tales como los hermanos Marvin Fitts y Hebert García, y últimamente y por largos años, el hermano pastor Julio Villar. Ellos concordarán con que la obra no es de un hermano ni del otro, sino del Señor, a quien sea nuestras alabanzas.

Un caso que demuestra la manera en que Dios obra, pasó un domingo en la década de los 60. Era notable que la mayoría de los que llegaron a ser miembros de la Iglesia Central en sus primeros días eran originarios de Cajamarca. En aquel domingo, pasó de visita al culto una hermana de otra denominación que también era de Cajamarca; después del servicio, mientras hablaba con un grupo de los hermanos, incluyendo a Ester de Horna, encontraron que esa hermana conoció el nombre de la hermana Horna, e inclusivo dijo que ella había procurado visitarle en compañía de la misionera presbiteriana Sara McDougal. Pero dijo que nunca encontraron a la señora en casa. Sonrió la hermana Horna, y contestó, Es interesante que la señorita McDougal, misionera y partera, había dedicado su vida en servir al Señor en Cajamarca, donde también falleció y fue sepultada. Fíjense que ella seguramente salió con oración a visitar y testificar en aquella ciudad–y sus oraciones y testimonio estaban dando fruto años después en la costa del país. Ella plantó la semilla preciosa, otros regaron, y el Señor dio el crecimiento (I Corintios 3:6).

Esta breve historia del inicio de nuestra iglesia fue redactada por el Dr. Roy Z. Chamlee

Video de nuestra historia